Evanescente

Una vez te convertíste en grito, en uno largo y evanescente como una pesadilla en blanco y negro en la que cabalgaban juntos otros gritos, y otros junto al ruido de huesos en un patio común y corriente como un paréntesis vital, capital místico e infinito.

Allí fue cuando mis sienes estallaron ante el horror miserable y paralizante de la impotencia, y ahora no hay siquiera un rastro tuyo que verifique la objetividad de mis paradigmas y sonría a este cadáver que se esfuerza también en sonreír aun sin músculos ni rostro, recordando que una vez pensó y dijo que la vida era un inmenso y viejo reloj de arena.

Pero te contemplo ensimismada y avasallante, hundida y lejana, avanzas, miras el suelo y te desdibujas como una estatua de barro bajo la lluvia, vienes y miras distante, confundida como una hoja amarilla en medio de millones de hojas amarillas que caen al despertar de un sueño.

Te percibo, eres como ese sueño borroso milenario y ancestral, atávico, pero vigente en las horas como mi respiración omnipresente, necesaria; siempre estás aunque desaparezcas por cinco años y un día o un siglo y dos días, decadente, ahora mismo tu imagen comienza a diluirse del horizonte de mis sentidos, de mi realidad que hace tiempo ya presiento resquebrajada, sabiendo que estás al otro lado del espejo, siempre que el umbral de mis sentidos es quien no alcanza a comportar tu silueta por más de seis segundos, que la niebla imponderable de este sueño cierra las puertas dimensionales a nuestro presente, pasado y futuro entre comillas.

Ahora mismo me preguntas distante con el cuello de tu abrigo subido bajo la lluvia y tu pelo pegado a la cara y a la frente como cuando amas terrible y te quejas bajo mi cuerpo, si acaso todo fue una pesadilla larga y gris, borrosa y ausente bajo el prisma de lo real también entre comillas y yo sólo atino a responderte que entre ello y lo que tú llamas realidad existe un puente de megakilómetros luz y te demorarías un millón de años en recorrerlo antes de dar con un océano en eterno combate consigo mismo.

Ahora aceptas una tregua, un segundo de espera, un instante más observando el espacio, el silencio que hiela; desde un extraño paisaje respiras niebla y sonríes mi respuesta y tu pregunta emerge de todo como un fantasma de las cosas que palpo y piso, como un ectoplasma omnisciente que se interpone entre yo y tú convirtiéndonos en un momento de nuestra existencia que no nos respeta.

Pero no soy capaz de responderte como esperas que te responda, pero no eres capaz de preguntarme como yo espero que me preguntes, porque todo nexo real parece imposible entre dos seres que se perciben, pero que no se tocan, entre dos que se sienten pero que no se palpan ... y entonces resplandeciente de furia, teñida de rabia y fuego mi ira baja, mi odio contenido y mixtificado, mi odio dignificado, mi odio al fin puro y legitimado...pero algún día se les acabarán las balas de plata, lo sé, pero un dia se dormirá su guardia y se quedarán sin fauces que muerdan mis esperas momificadas, sin botas para patear la puerta de mi casa, sin bocas que evoquen pesadillas...un dia...

Pero ahora ya no quiero más cadenas, no quiero tu recuerdo como un viejo retrato hecho trizas y vuelto a reparar mil veces, menos ahora que el miedo anda otra vez arrastrando el poncho por las violadas calles de esta huevada de ciudad, en el amanecer, en el anochecer de una vida clandestina, claroscura y tambaleante, mientras un rayo de luz se cuela a través de una rendija y baila sobre mis hombros como una campana amarilla...lejos...lejos...

Ahora te quedarás aquí, en vivo y en directo, porque eres la flor que comporta el código de mi existencia, ahora comienza mi guerra y no sé si volveré a evocar tus ojos al amarme, y no sé si vuelva a percibir la comisura de tus labios al decirme: ¡¡¡ adios, te amo...!!!, porque ya no me debo a mi mismo, porque creo que debo beber de este cáliz, porque sé que debo aceptar este destino que no deseo, al igual que héroe ridículo de tragedia griega, porque creo que debo seguir ensimismándome y reflejar mis pedazos en el recuerdo sin más autocompasión ni arrepentimiento-miedo-sueño- ni con delirio cuando acepto la capitulación a la vida personal innecesaria de veras y dejo mis brazos caer exánimes a mis costados para recibir abierto y sin reservas el horror, la angustia verosímil el dolor, la bajeza y la hipocresía del resto más la mía propia y reflejarla sin que me rasgue, sin que toque, porque es ahí cuando me siento electrizado, vacío, lleno de luz contemplando el hormigueo de doce millones de seres humanos, manos que sudan, dudan, comen, se retuercen y vomitan sin rumbo fijo y sin alcanzar a comprender que es allí donde constantemente se muere, creyendo exactamente lo contrario...


...pero un día...

...yo sé que algún día...

...uno de estos días...

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